viernes, 28 de noviembre de 2014

COMO VIVIR CON DIOS, de Swami Chetanananda-Ext.Cap.19: SWAMI BRAHMANANDA

COMO VIVIR CON DIOS, de Swami Chetanananda

REMINISCENCIAS DE SWAMI BRAHMANANDA SOBRE SRI RAMAKRISHNA  (Extractos del Capítulo 19)


          A veces, algunos devotos le contaban a Sri Ramakrishna sobre sus experiencias espirituales. Al escucharlos, un joven discípulo (Brahmananda mismo) le pidió al Maestro que le otorgara algunas experiencias espirituales. El Maestro le dijo: "Mira. Esa clase de experiencia viene cuando uno practica meditación y oración regular y sistemáticamente. Espera. Llegarás a tenerlas".


              Unos días más tarde, por la noche, el joven discípulo vio que el Maestro se dirigía al templo de la Divina Madre y lo siguió. Sri Ramakrishna entró al templo pero el discípulo no se atrevió a hacer lo mismo; se sentó en el natmandir (el hall frente al templo de la Madre) y comenzó a meditar. Después de un rato, de repente vio una luz brillante como la de un millón de soles, que venía rápidamente hacia él desde el oratorio de la Divina Madre. Se asustó y corrió a la pieza del Maestro.

             Un rato después, Sri Ramakrishna retornó del oratorio. Viendo al joven discípulo en su cuarto, le dijo: "Hola ¿Te sentaste a meditar esta noche? " "Sí", contestó el joven discípulo y le contó al Maestro lo que había sucedido. Entonces el Maestro le dijo: " Te quejas que no experimentas nada. Preguntas: '¿De qué sirve practicar meditación?'  Entonces ¿porqué saliste corriendo cuando estabas teniendo una experiencia?"

          Es natural experimentar depresión de vez en cuando. A mi (Swami Brahmananda) también me sucedió cuando estaba en Dakshineswar. En ese tiempo yo era muy joven y el Maestro tenía alrededor de 50 años, por eso me sentía inhibido para hablar abiertamente con él. Un día estaba  meditando en el templo de Kali. No podía concentrar mi mente. Esto me ponía muy triste. Me dije: "Estoy viviendo aquí desde hace tanto tiempo, y sin embargo no logré nada. Entonces ¿de qué sirve seguir estando aquí? ¡Dejemos esto por ahora! No voy a decirle nada al Maestro. Si este estado depresivo sigue dos o tres días más, volveré a casa. Allí mi mente se va a ocupar de cosas diferentes". Después de decidir esto en el oratorio, volví al cuarto del Maestro. El Maestro estaba caminando en la veranda. Cuando me vio, él también entró a la pieza. Después de retornar del oratorio, acostumbrábamos saludarlo y luego tomar un frugal desayuno. Apenas saludé al Maestro, dijo: "Mira, cuando volviste del oratorio, yo vi que tu mente estaba como cubierta por una espesa red". Yo me di cuenta de que él sabía todo, entonces le dije: "Señor, usted conoce la mala condición de mi mente". El entonces escribió algo sobre mi lengua. Inmediatamente olvidé toda mi dolorosa depresión y quedé sumergido en una dicha inexpresable.

         Todo el tiempo que viví con él, tenía recogimiento y contemplación de Dios espontáneos. Una dicha extática me llenaba todo el tiempo. Es por eso que uno necesita un gurú poderoso, uno que haya realizado a Dios. Antes de la iniciación, el gurú y el discípulo deberían por largo tiempo ponerse a prueba uno al otro. De lo contrario podrían arrepentirse más tarde. Ésta no es una relación transitoria.

          Ah! ¡Qué alegremente vivíamos en Dakshineswar con el Maestro!  A veces nos retorcíamos de la risa por su sentido del humor y su ingenio. Lo que ahora no podemos lograr por la meditación, en esos días lo obteníamos automáticamente. Cuando mi mente se distraía aunque fuera un poquito, él lo percibía mirándome y pasaba su mano por mi pecho para reubicarla. ¡Y qué libre me sentía con él! Un día, en el pórtico semicircular oeste, estaba yo masajeando su cuerpo con aceite. Por alguna razón, me enojé con él. Tiré la botella de aceite y me fui con la intención de no volver jamás. Llegué hasta la casa quinta de Jadu Mallik pero no pude avanzar más allá. Mientras tanto, él lo había enviado a Ramlal para traerme de vuelta. Cuando volví, dijo: "¿Ves?, ¿pudiste irte? Yo tracé allá un límite".

          En otra oportunidad yo había hecho algo indebido y me sentía terriblemente arrepentido. Fui a confesárselo a él. Apenas llegué, me pidió que lo siguiera con su jarra de agua. Mientras volvíamos, dijo: "Ayer hiciste tal cosa. Nunca vuelvas a hacerla". Quedé sorprendido. Me preguntaba cómo llegó a saberlo.

          Otro día, cuando yo volvía de Calcuta, dijo: "¿Porqué no puedo mirarte? ¿Hiciste algo indebido?" "No", le respondí, porque entendía por "acción indebida" actos como robar o cometer adulterio por ejemplo. El Maestro volvió a preguntarme: "¿Dijiste alguna mentira?" Ahí recordé que el día anterior, charlando y bromeando, había dicho una mentira.

          No hay nada afuera. Todo está adentro. A la gente le gusta la música, pero no se dan cuenta de que la música que oímos con nuestros oídos es trivial comparada con la música interior. ¡Qué dulce y tranquilizadora es! Durante su meditación en el Panchavati, Sri Ramakrishna solía escuchar en su interior la melodía de la vina  (un instrumento de cuerdas).

          Durante la noche, Sri Ramakrishna raramente dormía más de alrededor de una hora. A veces pasaba la noche en samadhi, a veces cantando cantos devocionales, otras veces cantando el nombre del Señor. A menudo lo veía en samadhi por una hora o más. En ese estado no podía hablar, aunque lo intentara una y otra vez. Cuando volvía a la conciencia exterior, solía decir: "Fíjense, cuando estoy en samadhi, quiero contarles mis experiencias, pero en esos momentos pierdo mi poder de hablar". Después del samadhi solía murmurar algo. A mi me parecía que estaba hablándole a alguien. Me enteré de que unos años atrás, permanecía en samadhi la mayor parte del tiempo.

          Antes de dejar el cuerpo, en la quinta de Cossipore, el Maestro nos habló de sus visiones del Infinito. Un día estábamos en su cuarto Guirish, los Swamis Vivekananda, Ramakrishnananda, Niranjanananda y yo. En ese entonces, nosotros éramos jóvenes muchachos, pero Guirish era anciano y extremadamente inteligente. Apenas escuchó unas pocas palabras del Maestro sobre el infinito, exclamó: "¡Señor, no siga hablando, que me mareo!" Oh, ¡qué conversación! El Maestro solía decir: "Sukadeva es como una hormiga que queda satisfecha con un granito de azúcar. Rama, Krishna y otras encarnaciones son como racimos de uvas que  cuelgan del árbol de Satchidananda". Éstas son simples ideas sobre Satchidananda. Es difícil de comprender.

          En una oportunidad, Sri Ramakrishna dijo: "Un día, mientras estaba meditando en el templo de Kali, tuve una visión que me reveló cómo los velos de maia desaparecen uno tras otro. En otra visión, la Divina Madre me mostró la luz de Brahman, que supera incluso la luz de millones de soles juntos. Entonces vi cómo de esa infinita luz emergía una forma luminosa y luego volvía a sumergirse en su origen. Experimenté que Brahman sin forma asumía una forma y luego otra vez se volvía sin forma".

          ¡Oh, qué poder sobrehumano tenía el Maestro! En esos tiempos nosotros pensábamos que lo que él tenía era meramente un poder especial y no podíamos entender cual era su naturaleza.¡Ahora comprendemos qué poder maravilloso era!

          Hubiera sido maravilloso si los dichos del Maestro, especialmente los referidos a sus propias prácticas devocionales, su desarrollo espiritual y sus experiencias, se hubieran podido registrar exacta y correctamente, es decir inmediatamente después de haberlas escuchado de él. Cuando hablaba sobre conocimiento (gñana), no hablaba  de ninguna otra cosa. Por otro lado, cuando hablaba sobre devoción (bhakti), sólo hablaba sobre devoción. Una y otra vez imprimía en nuestras mentes que el conocimiento mundano es insignificante y fútil, que uno debe ejercitarse únicamente para lograr conocimiento espiritual, devoción y amor.

          El Maestro rara vez podía dormir de noche. Tampoco les permitía dormir a los muchachos que vivían con él. Cuando los demás se habían ido a la cama, él solía despertar a sus discípulos, diciendo: "¿Qué es esto? ¿Acaso vinieron acá para dormir?" Entonces le daba instrucciones a cada discípulo y lo mandaba a meditar al Panchavati, al templo de Kali o al templo de Shiva de acuerdo a  sus inclinaciones. Después de practicar yapam y meditación como el Maestro le indicara, cada uno retornaba a la habitación y dormía. Así es como el Maestro hacía trabajar duro a sus discípulos. A menudo decía: "Hay tres clases de personas que no duermen de noche: el yogui, el vividor y el que está enfermo. Todos ustedes son yoguis, por eso dormir de noche no es para ustedes".

          Sri Ramakrishna solía decir: "Coman todo lo que quieran durante el día, pero coman muy poco a la noche". La idea es que una comida completa al mediodía se digiere fácilmente, y si comen liviano por la noche, su cuerpo quedará liviano y podrán concentrar la mente con facilidad. Una comida pesada por la noche da pereza y sueño.

          Sri Ramakrishna animaba a todos para que practicaran meditación. La persona que no practica meditación con regularidad, cae del sendero espiritual. El Maestro le preguntó a su gurú Tota Puri: "Usted alcanzó la perfección. Entonces, ¿por qué sigue practicando meditación?" Señalando su pote brillante de latón, Tota Puri replicó: "Si no limpias el latón todos los días, se llenará de manchas". El Maestro solía decir: "El signo de la verdadera meditación es que uno olvida su entorno y su cuerpo. Uno ni siquiera sentirá un cuervo que se le posa sobre la cabeza". Sri Ramakrishna logró ese estado. Una vez, mientras estaba meditando en el natmandir, se le posó un cuervo sobre la cabeza.

          La quinta de los templos de Dakshineswar que construyó la Rani Rasmani, proveía a Sri Ramakrishna de todo lo que necesitaba para practicar sádhana. Si tienes fe, amor y devoción, Dios te proveerá todo lo que necesites.

          Un monje ahorró diez mil rupias en un banco. Oyendo esto, el Maestro dijo: "El que calcula los pros y los contras y planea para el futuro, va a arruinar su vida espiritual".

          Por lo general, el Maestro no le permitía a nadie que se quedara con él por más de dos o tres días, pero una vez, un joven quedó con él por varios días. Esto enojó a algunos devotos y se quejaron al Maestro diciendo que él estaba enseñándole a este joven el sendero de renunciación. El Maestro respondió. "Deja que haga su vida en el mundo. ¿Acaso estoy disuadiéndolo de esto? Que primero obtenga conocimiento y luego entre en el mundo. ¿Acaso yo les digo a todos que deben renunciar al sexo y al dinero? Les hablo de renunciamiento a aquellos que necesitan solo un pequeño estímulo". Al resto solía decirles: "Vayan y disfruten de los pickles de ciruela; cuando tengan cólicos, vengan aquí por el remedio".

          A veces, el Maestro le preguntaba a la gente: "¿Puedes decirme por qué estado mental estoy pasando? ¿Qué me hace ir tan a menudo con aquellos que no pueden comprarme ni un centavo de masitas dulces infladas y que no tienen ni siquiera los medios para ofrecerme una estera gastada donde pueda sentarme?" Y después explicaba: "Veo que algunas personas van a tener éxito con facilidad. Para el resto va a ser muy difícil porque son como quien dice potes de cuajada. En ellos no se puede conservar leche". A ellos les decía: "Rezo por ustedes para que puedan realizar a Dios rápidamente".

            El Maestro decía: "Dondequiera que haya intenso anhelo, Dios se revela más". A algunas personas también les decía, señalándose a si mismo: "Amen a  'esto'.  Eso será suficiente". ¡Oh, ese maravilloso juego ya terminó!

               Además, decía a menudo: "Se necesita intenso anhelo para realizar a Dios". En este contexto, el Maestro muchas veces contaba un cuento: Cierta vez, un aspirante le preguntó a su maestro cómo podía realizar a Dios. El maestro, sin contestarle, llevó al discípulo al estanque más cercano del lugar y lo mantuvo bajo el agua. Después de un rato, cuando el discípulo ya estaba muy inquieto y a punto de desplomarse, el maestro lo sacó del agua y le preguntó: "¿Cómo te sentías bajo el agua?" "Estaba muriéndome por un poco de aire", contestó. "Cuando sientas eso por Dios", replicó el maestro, "vas a realizarlo".

               En otra ocasión dijo:"¿Saben qué clase de amor se necesita para realizar a Dios? Como un perro que tiene una herida en la cabeza se vuelve frenético y salta de aquí para allá, con esa misma desesperación deberíamos buscar a Dios".



               El Maestro solía decir que no debería haber ningún robo (es decir hipocresía) en lo más íntimo del corazón. Tenía gran cariño por los que eran simples de corazón. Decía: "No me interesan las adulaciones. Amo al que llama a Dios sinceramente." El Maestro también solía decir que todas las impurezas de la mente desaparecen si uno llama a Dios con un corazón sincero.



               ¡Oh, qué profunda era la devoción del Maestro por la verdad! Si alguna vez llegaba a decir que no comería más nada, no podía comer más aunque estuviera hambriento. Cierta vez dijo que iría a visitar a Jadu Mallik, (cuya casa quinta quedaba al lado de la quinta de los templos de Dakshineswar), pero más tarde se olvidó del asunto. Yo tampoco se lo recordé. Después de cenar, de pronto recordó la cita. Ya era muy entrada la noche pero él tenía que ir. Lo acompañé con una linterna en la mano. Cuando llegamos a la casa, la encontramos cerrada; aparentemente todos ya estaban durmiendo. El Maestro entreabrió la puerta de la sala de estar, pisó con un pié la sala y luego se fue.


               Con solo mirar el rostro de una persona, él podía ver su interior, como si estuviera mirando a través de un vidrio. Cada vez que venía un visitante, lo miraba de pie a cabeza y comprendía todo. Entonces respondía las preguntas de esa persona.

               Un día, llegó a Dakshineswar el hijo de una prostituta. El Maestro estaba durmiendo en su cuarto. El hombre entró y tocó sus pies. El Maestro de repente saltó como si alguien hubiera tirado fuego sobre él. Dijo: "Dime francamente todos los pecados que cometiste. Si no puedes, ve al Ganges y confiésalos allí en voz alta. Te liberarás de ellos". Pero el hombre era desdichado y no pudo hacerlo.


                    SRI  SRI  RAMAKRISHNA  UPADESH 
                         ( " Palabras  del  Maestro " )


          En su introducción a "Palabras del Maestro" de Swami Brahmananda, el Swami Saradananda escribió:



               El presente librito nació de la pluma de uno que era considerado por el Maestro como alguien muy cercano a Swami Vivekananda en su capacidad de realizar ideales religiosos. Y cualquiera que haya tenido la gran fortuna de estar directamente en el sagrado contacto con el Mahapurusha (santo) de Dakshineswar, pudo dar fe del gran amor que Sri Ramakrishna siempre abrigó hacia el autor de este volumen.

                Este pequeño librito asume por ello una gran importancia, teniendo en cuenta la fuente de la que procede. Porque el único móvil que llevó al autor a recopilar estos dichos seleccionados del Maestro, es acercarlos lo más posible al público, tal como fueron originalmente expresados. Es, en efecto, el trabajo del amor lleno de gratitud del discípulo bienamado  -  quien más que ningún otro solía vivir casi constantemente con el Maestro - , rectificar ante el público sus invaluables palabras, al ver cómo éstas son hoy en día tergiversadas, deformadas y distorsionadas por muchos.


El Swami Brahmananda completó su libro Palabras del Maestro cuando estaba en Vanarasi en 1914. Swami Prabhananda escribió en su Brahmananda Charit :



               Maharaj (Sw. Brahmananda) solía escribir las enseñanzas del Maestro sentado en su cuarto en la Casa de Servicio y mientras escribía no permitía a nadie estar presente allí. Sus asistentes observaron que a veces a medianoche, el Swami pedía que le trajeran el manuscrito. Una vez, después de corregirlo, comentó: "El Maestro vino y me dijo: 'No dije eso. Dije esto'". Este incidente ocurrió  cerca del final de su compilación. Otro día, el Maestro apareció ante Maharaj y le dijo que una de las enseñanzas que habían sido registradas no era suya. Entonces Maharaj recordó que la había oído de un monje de Gujarat. Refiriéndose a este incidente, Maharaj observó: "El Maestro me protegió de una falsedad". Inmediatamente eliminó esa enseñanza de su manuscrito y completó su proyecto de compilación.


               La verdad es inmortal. La vida y las enseñanzas de las encarnaciones divinas están basadas en la verdad, por eso son inmortales. Así como los evangelios de Buddha y de Cristo pasan sin interrupción de una generación a la otra, del mismo modo el evangelio de Ramakrishna seguirá fluyendo a través de los tiempos.